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HERRAMIENTA PARA RETIRAR LA MASCARILLA MIENTRAS ESTAS TUMBADO

El primer sombrero que se pone en la cara y en la cabeza lo ha inventado Álvaro Sanz, que sin embargo no ha querido crear un accesorio de vestir. Lo suyo es la salud. Fisioterapeuta y dueño de su propia clínica en Navas de Oro, se dio cuenta al reabrir después del confinamiento duro de hace un año que no existía nada para que sus pacientes se pudiesen quitar la mascarilla mientras reciben tratamiento. Una demanda que sospechaba que nacería y que confirmó después de lanzar una encuesta entre 156 colegas fisioterapeutas.

El 93,6 por ciento afirma que algún paciente le había manifestado su incomodidad durante el tratamiento por tener que llevar la mascarilla. Un 73,1 por ciento describían la sensación como agobiante y un 18,6 como asfixiante. 83,4 habían pedido bajársela y finalmente un 54 por ciento se la había quitado con el riesgo de contagio que supone. Por su parte, el 82,1 por ciento de los fisioterapeutas consultas consideraban útil la herramienta patentada por Álvaro. O por ser más precisos, el modelo de utilidad. «El producto tendría que llevar unas certificaciones sanitarias que yo ahora mismo no puedo conseguir ni por tiempo ni por dinero».

Se trata de una copa con dos solapas. La copa se introduce por el agujero facial de la camilla y las solapas ejercen de elementos de sujección. «Al quedarse bocabajo, el paciente es el que sella el dispositivo y puede respirar con mucha más facilidad y está igual de protegido que si llevase la mascarilla», apunta el inventor. Ni tiendas ni empresas de distribución de material médico y fisioterapia tienen algo similar. «Yo tuve que cerrar la clínica dos meses y, unas semanas antes de abrir, haciendo inventario de lo que iba a necesitar –mascarillas, gel hidroalcóhlico, batas…– me puse a buscar en Internet algo que permitiese a los pacientes quitarse la mascarilla cuando se pusiesen bocabajo en la camilla y estar igual de seguros pero más cómodos. Me puse a buscar, pero no encontré nada y se me ocurrió la idea. Hice una especie de proyecto en mi cabeza, lo pasé a papel y decidí sacarlo adelante con la ayuda de una empresa que se dedica al registro de patentes», cuenta.

A través de un comercio, el siguiente paso que ha dado ha sido ponerse en contacto con empresas  que pudieran estar interesadas en desarrollar la patente: «La idea ha gustado pero conseguir que una fábrica modifique su maquinaria y realice tiradas en serie es casi imposible hasta que no tenga garantizados clientes que se lo vayan a distribuir». Él ha fabricado un prototipo, pero es desechable y carece de las certificaciones sanitarias necesarias para que se plantee producirlo de forma masiva. Pero cree que la idea tiene recorrido. «Es verdad que ha surgido con esta pandemia, que ojalá se acabe pronto, pero si algo nos ha enseñado este año es que tenemos que convivir con virus, cuidarnos de ciertas formas. Y en épocas, por ejemplo, de gripe o estacionales de alergias, igual puede ser útil», opina.

La vena de inventor le ha nacido ahora. «Se me ocurrió y lo vi buena idea. Hablando con empresas de distribución que hacen búsquedas a nivel internacional me dijeron que hay modelos en Estados Unidos o Japón que tienen algo similar pero solo están centrados en la higiene. Mi modelo se centra en la higiene, en la comodidad del paciente y en la protección filtrante. Me decidí a registrarlo porque no había nada a nivel internacional». Además, su idea es una reivindicación del talento que todavía se mantiene en La España Vaciada. «En esta zona hay muchas ideas y muchos proyectos, pero es verdad que por industria y demás está un poco olvidada y la gente se va a las grandes ciudades a trabajar. Pero he descubierto que en los pueblos se puede vivir muy bien y con calidad de vida. Las ideas no están reñidas con el lugar en el que nazcas o en el que vivas», concluye.

Fuente: Eldiasegovia

 

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